El síndrome 'Samuel'
Estimado líder de iglesia, quiero advertirle de la posibilidad de que en su iglesia haya personas infectadas con el Síndrome Samuel.
Este “síndrome” viene afectando a los líderes eclesiales desde hace mucho tiempo, incluso mucho antes de que Jesús pisara este planeta.
Por favor haga memoria si es que, en algún momento de su ministerio, en alguna situación, en algún espacio, en alguna circunstancia y a veces de manera imperceptible, ha menospreciado a algún niño o niña por ser simplemente eso: un niño o una niña.
Lastimosamente creo que la mayoría de las personas en algún momento lo han hecho.
Desde siempre, nuestras sociedades han hecho sentir su valor inferior a los niños y a las niñas. Que no encajaban, que no calificaban, que son diferentes y que no tienen mucho que aportar.
El mundo entero los ha menospreciado de alguna forma. Piense por un momento que hemos olvidado que las niñas y los niños tienen los mismos derechos que los adultos. Hemos minimizado sus ideas y propuestas. Hemos descalificado sus necesidades y sentimientos. No los escuchamos, ni nos molestamos en llevar iniciativas para generar canales que les permitan expresarse. Hemos normalizado la violencia hacia ellos al considerar que es parte de su educación y hemos considerado que sus derechos están condicionados a cumplir con una obligación.
Quisiera decir que esto no ocurre en las iglesias, pero solamente basta con ver que los servicios no empiezan hasta que todos los niños y las niñas están en la escuela dominical, lugares que en muchas Iglesias dejan mucho que desear. Desde la preparación de las personas que los dirigen, pasando por el contenido de las enseñanzas que se desarrollan y llegando hasta las instalaciones “adaptadas” para ellos. No me malinterprete por favor, solamente hago referencia a esas iglesias que han encontrado en la iglesia para niños el medio para menospreciarlos y el lugar perfecto para que “no molesten” a los adultos.
Discúlpeme estimado líder, pero si su iglesia se ha centrado solamente en los adultos, temo decirle con certeza, que usted tiene el Síndrome Samuel.
Para ratificar este diagnóstico lo invito a hacer un experimento. Si hoy Dios le dijera que entre las personas que asisten a su iglesia se encuentra el próximo gobernante de su nación y Dios le da la misión de ungirlo para tan magna tarea, ¿a qué persona ungiría?
Haga un recorrido mental de las personas que asisten a su congregación, tal vez se le vienen a la mente los más inteligentes, los más fuertes, los de mayor influencia, los de mayor poder económico, los de mejor parecer, etc. Estoy seguro que mentalmente recorre posibles nombres haciendo una lista, de mayor a menor, de grande a pequeño, de fuerte a débil. ¿No es cierto?
Algo muy similar le ocurrió el profeta Samuel. La historia cuenta que Saúl, primer rey de Israel, después de varias desobediencias y motivaciones incorrectas es despedido de su cargo como rey. Inmediatamente Dios pide al profeta Samuel que vaya a Belén a ungir al nuevo rey que Dios se había provisto.
El elegido era uno de los ocho hijos de Isaí. El relato bíblico cuenta que Isaí hizo pasar delante del profeta a 7 de sus hijos, de mayor a menor, de grande a pequeño, de fuerte a débil. La historia menciona que el profeta se vio tentado a elegir a Eliab, el hijo mayor de Isaí, mas Dios no había escogido a ninguno de ellos.
Cuan menor, pequeño y débil habrá sido David, el octavo hijo, que ni siquiera ante los ojos de su padre fue considerado para ser presentado ante Samuel.
¿Cuántas veces esta situación se ha venido repitiendo en nuestras sociedades? O tristemente ¿cuántas veces se ha venido repitiendo en nuestros ministerios? En la que un padre, Isaí (el cual representa a las sociedades) y/o un profeta, Samuel (el cual representa a los líderes espirituales) menosprecien a la niñez.
¡Y ahí está! Es por esto que este artículo lleva ese nombre: “El Síndrome Samuel”
La buena noticia es que, si bien el Síndrome Samuel es algo grave, en la misma referencia bíblica donde ocurre lo que le relato, también se encuentra la cura para este mal.
Ponga atención al siguiente versículo, léalo lentamente y aprópiese del remedio:
“Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7).
Estimado líder, Dios mira lo que los demás no ven. Cuando usted vea a un niño o una niña lo invito a ver lo que Dios había visto en David: sus sueños, aspiraciones, motivaciones, ganas, dones y talentos. Ante los ojos de su padre y del profeta, David era un niño que no tenía nada para dar, pero lo que tenía era suficiente para Dios.
Dios había elegido a David como el próximo rey de Israel, sin embargo, su familia no lo sabía, el pueblo no lo sabía, no conocían a David. David tuvo que ganarse un lugar en sus corazones como líder y valiente. Es ahí donde aparece la batalla ante Goliat. Dios preparo una guerra y un gigante sólo para que David mostrara lo que Dios ya había visto en su corazón, en su niñez.
Le propongo una cosa, qué le parece si a partir de ahora les ahorramos muchas batallas a todos esos niños y niñas que asisten a nuestras iglesias dándoles el lugar que se merecen en nuestros corazones. Qué le parece si desde ahora vemos más allá de su tamaño y aspecto, y empezamos a verlos como los próximos gobernantes, líderes de naciones, guerreros y guerreras, salmistas, etc. En fin, le propongo verlos como personas con propósitos eternos, elegidos y elegidas por Dios para este tiempo.
No puedo terminar esta reflexión sin preguntarme, ¿qué hubiese pasado si Samuel no obedecía a Dios? ¿Qué hubiese pasado si Samuel eligiera al próximo rey de Israel en base a los estereotipos de la sociedad? ¿Qué hubiese pasado con todas las conquistas y batallas que el pueblo de Israel tenía que lograr con su líder? ¿De quién se hablaría como el “hombre conforme al corazón de Dios”? ¿Qué hubiese pasado con los Salmos? Y, ¿quién ocuparía su lugar en las 800 referencias bíblicas en donde se menciona su nombre? Y lo que es más grave, ¿qué hubiese pasado con la genealogía de Jesús?
Estoy seguro que Dios no permitiría que nada de eso se vea afectado, pues creo que Dios se aprovisionaría de otro profeta que cumpla a cabalidad su plan para que nada de lo posterior a David se vea afectado.
Sin embargo, esta afirmación me lleva a pensar que si Samuel hubiese dejado que el Síndrome Samuel afecte su obediencia, definitivamente él hubiese sido el más afectado, pues creo firmemente que Dios se hubiese aprovisionado de otro profeta.
Es urgente. Cada día que pasa necesitamos más la cura para frenar este Síndrome. Le invito a que al igual que el profeta Samuel veamos a los niños y las niñas como Dios los ve. Le invito a que los tratemos y escuchemos tal y como nos gusta que nos traten y escuchen. Le invito a que hagamos de 1 Samuel 16:7 un rema para nuestras vidas y ministerios.
Sobre el autor
Mirko ha trabajado durante varios años en el Departamento de Fe y Desarrollo de World Vision Bolivia, conformando redes de iglesias y Organizaciones Basadas en la Fe. Tiene mucha experiencia capacitando a líderes eclesiales en temáticas relacionadas a la protección de la niñez.Actualmente brinda apoyo a los 14 oficinas de World Vision en la región conformando estrategias para el relacionamiento con las iglesias.
Mirko, es administrador de empresas con maestría en Marketing.
Es un apasionado defensor de la familia, es esposo de una bella mujer y padre de dos hermosas niñas.